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Hay espacios que merecen la pena visitar, y hay espacios que no se puede perder – el Museo de la Electricidad es uno de esos.

Éste es un ejemplo soberbio de la arquitectura industrial del inicio del siglo XX, que nos cuenta cómo es un día en la central termoeléctrica que aquí operó hasta 1951, responsable de aprovisionar la grande Lisboa. Pero no sólo del pasado se vive, aquí también se vive el presente y el futuro. El Museo de la Electricidad recibe exposiciones que, de una forma u otra, intentan en su mayoría conjugar el arte con la ciencia.

Nuestra visita empezó con la explicación del funcionamiento de la termoeléctrica y del ambiente de trabajo que se vivía en la altura de su auge. Toda la explicación fue acompañada por la aclaración del funcionamiento de la maquinaria de la época, que aún hoy funciona y se encuentra en perfecto estado, acompañado con figuras que representan los antiguos trabajadores.

Durante la visita hay también un momento dedicado a las fuentes de energía, a los científicos más importantes de la historia de la evolución de la producción de energía eléctrica y un momento más lúdico, pero divertido, con juegos pedagógicos relacionados con la electricidad.

La visita también pasó por los espacios dedicados a las exposiciones temporales, que reciben proyectos artísticos en cualquier forma, como fotografía, pintura, escultura...

Si esta es una temática por la cual tiene mucho interés, o entonces, si busca una visita más exclusiva, planifique una visita que incluya el pasaje por zonas secretas. Estas zonas por norma no están abiertas al público, como los varios pisos de las calderas, la sala de los reóstatos y del tapete de distribución del carbón, la torre de mezcla, el castillo del agua y los túneles. Una buena manera de tener acceso al mundo más oculto de este museo.